domingo, febrero 24, 2008

el humor, el sarcasmo... (1a parte)

En el prologo del texto Mitologías (1957), Roland Barthes afirmaba que el sarcasmo era el método que le permitía escribir en medio de la “objetividad” que pretenden los saberes establecidos y la “subjetividad” que reclama todo aquel que no escribe vestido de profe. Cuando el propio Barthes decía que está contradicción convertía al sarcasmo en condición de verdad, considero que identificaba una estrategia para la escritura. Si la burla o la ironía mordaz que sugerían sus textos arrancaba la risa (o la rabia) de quien se aproximaba al texto, el saber utilizado para el análisis había logrado convencer al lector, mientras que la perspectiva escogida por el escritor había logrado la empatía (o el rechazo suficiente) para activar un proceso de reflexión en aquel que se encuentra con el que escribe.


La risa construye un contrato que tiene como única garantía de su eficacia, el saber jugar con las expectativas y creencias del lector. Cuando el humor está de por medio, no se le pide al espectador que acepte la importancia de lo que sucederá de antemano, sino que se corre el riesgo de instrumentar una estrategia que llame su atención de tal manera que, en el momento menos esperado, se vea involucrado en el juego. Quizá en esto resida su importancia literaria: cuando el humor esta de por medio el lector está obligado a captar el hecho que sucede en el texto, sin que las muletas de la costumbre le sirvan para aprehender el sentido de ese acontecimiento.


Para que los mecanismos del humor sean eficaces es necesario un distanciamiento del lector respecto de la circunstancia. Algo así como un poco de “anestesia en el corazón” que disminuya su implicación emocional y le permita reírse de lo que sucede. Así el drama se transforma en comedia. En las distintas estrategias para convocar a la risa lo que está en juego es una postura o una perspectiva con respecto a la circunstancia en la que incide el chascarrilo. Lo anterior quedá claro en las diferencias que guarda la ironía con otras formas del humor.


Del sarcasmo y la ironía trataré en la próxima entrega... (promesa a futuro... en algún momento dejaré en claro cuál es su diferencia con la superficie plana en la que sucede el humor)

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domingo, febrero 17, 2008

Quemar el dinero

Dicen que la peli está culera. Yo no la he visto. Pero aún creo que la escena que transcribiré a continuación de la novela Plata Quemada es harto emocionante. Piglia ficcionalizó el hecho a partir de un montón de materiales de primera mano que lo documentaban. En la escena la banda de Malito está encerrada en un departamento completamente acorralada por la policía y el botín del atraco al banco aún está con ellos.

“Primero salió un humo blanco, por la ventanita del baño que se abría, como un ojo, en lo alto de la medianera. Una pequeña columna de humo blanco, contra la blancura de la niebla.

-Quemar plata es feo, es pecado. E peccato –decía Dorda, con un billete de mil en una mano, en el bañito donde se daba con la afeta, con un encendedor Ronson que le había achacado a una loca; lo prende y lo quema, se mira en el espejo y se ríe. En la puerta está el Nene, que lo mira y no dice nada.

(…)

Empezaron a tirar billetes de mil encendidos por la ventana. Desde la banderola de la cocina lograban que la plata quemada volara sobre la esquina. Parecían mariposas de luz, los billetes encendidos.

(...)

Si la plata es lo único que justificaba las muertes y si lo que han hecho, lo han hecho por plata y ahora la queman, quiere decir que no tienen moral, ni motivos, que actúan y matan gratuitamente, por el gusto del mal, por pura maldad, son asesinos de nacimiento, criminales insensibles, inhumanos. Indignados, los ciudadanos que observaban la escena daban gritos de horror y de odio, como en un aquelarre del Medioevo (según los diarios), no podían soportar que ante sus ojos se quemaran cerca de quinientos mil dólares en una operación que paralizó de horror a la ciudad y al país y que duró exactamente quince interminables minutos, que es el tiempo que tarda en quemarse esa cantidad astronómica de dinero (…) .La gente indignada se acordó de inmediato de los carenciados, de los pobres, de los pobladores del campo uruguayo que viven en condiciones precarias y de los niños huérfanos a los que ese dinero habría garantizado un futuro.

Con salvar a uno solo de los niños huérfanos habrían justificado sus vidas, estos cretinos, dijo una señora, pero son malvados, tienen mala entraña, son unos bestias, dijeron a los periodistas los testigos y la televisión filmó y luego transmitió durante todo el día la repetición de ese ritual, al que el periodista de la TV Jorge Foister, llamó acto de canibalismo.

-Quemar dinero inocente es un acto de canibalismo.

Si hubieran donado ese dinero, si lo hubieran tirado por la ventana hacia la gente amontonada en la calle, si hubieran pactado con la policía la entrega del dinero a una fundación benéfica, todo habría sido distinto para ellos.

(...)

Pero todos comprendieron que ese acto era una declaración de guerra total, una guerra directa y en regla contra toda la sociedad.

-Hay que ponerlos contra la pared y colgarlos.

-Hay que hacerlos morir lentamente achicharrados.

Surgió ahí la idea de que el dinero es inocente, aunque haya sido resultado de la muerte y el crimen, no puede considerarse culpable, sino más bien neutral, un signo que sirve según el uso que cada uno le quiera dar.

Y también la idea de que la plata quemada era un ejemplo de locura asesina. Sólo locos asesinos y bestias sin moral pueden ser tan cínicos y tan criminales como para quemar quinientos mil dólares. Ese acto (según los diarios) era peor que los crímenes que habían cometido, porque era un acto nihilista y un ejemplo de terrorismo puro.

En declaraciones a la revista Marcha, el filósofo uruguayo Washington Andrada señaló sin embargo que consideraba ese acto terrible, una especie de inocente potlatch realizado en una sociedad que ha olvidado ese rito, un acto absoluto y gratuito en sí, un gesto de puro gasto y de puro derroche que en otras sociedades ha sido considerado un sacrificio que se ofrece a los dioses porque sólo lo más valioso merece ser sacrificado y no hay nada más valioso entre nosotros que el dinero, dijo el profesor Andrada y de inmediato fue citado por el juez.

El modo en que quemaron la plata es una prueba pura de maldad y de genio, porque quemaron la plata haciendo visibles los billetes de cien que iban prendiendo fuego, uno detrás de otro, los billetes de cien se quemaban como mariposas cuyas alas son tocadas por las llamas de una vela y que aletean un segundo todavía hechas de fuego y vuelan por el aire un instante interminable antes de arder y consumirse.”

(Ricardo Piglia)

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domingo, febrero 10, 2008

El Ejercicio de Bordar Retazos, Cuarta de Forros

Si los retazos de este blogspot alguna vez conformaran un honorable libro de ensayos, las siguientes líneas podrían estar escritas en su cuarta de forros:

Islotes de reflexión elaborados a partir de esbozos de teorías, citas de la historia del arte y la literatura y trozos de basura potencialmente significativa, la de la cultura de masas, rescatados de su depósito inmaterial, la memoria. Esta es la oferta del archipiélago de ensayos El ejercicio de bordar retazos. Aquí, los textos trabajan a partir de la yuxtaposición de mundos discursivos, a la manera de un rompecabezas donde las partes van formando una imagen de piezas disímiles que, en su montaje, buscan tejer un argumento. Si la imagen busca recrear una fabulación colectiva, el argumento resultante se propone recomponer las piezas del mito: las órbitas, las relaciones y los centros de gravedad de ese universo de creencias. La imagen parece ser la misma pero se ha trastocado el entramado de la ficción o se ha deslizado una justificación coherentemente absurda en nuestras certezas. Dentro de este ejercicio de collage Jaime Maussán tiene inquietudes similares a Caspar D. Friedrich, King Kong es el eslabón que explica el paso de Moby Dick a Keiko y una faneroscopía de la comida congelada puede darnos la clave para el viejo dilema entre el ser y el devenir.


Esta colección de textos es una invitación a la promiscuidad semántica. El escenario de estas prácticas es el ensayo literario que, en esta ocasión, busca llegar al lector en la dinámica más propicia para el contagio, la risa. A diferencia del análisis, la risa emerge en un efecto de superficie que re-elabora su propio código y sella el contrato de su veracidad en la fisiología intempestiva de los movimientos del estómago. Es la emergencia abrupta de una causalidad que está antes de voluntad. Así, en esta colección de ensayos, el detonante del pensamiento se puede rastrear en las secreciones que son efecto de esas trepidaciones involuntarias: los péptidos opioides y en especifico la endorfina. Aquella que nos saca a la superficie y nos aleja del profundo y doloroso drama de la verdad y nos deja flotando en el equívoco ejercicio de sus accidentes.

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viernes, febrero 01, 2008

Philosophical Football: Germany vs Greece

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