sábado, abril 19, 2008

“There Gina, There”

Songs and rhythms in their relationship with our personal memories end up populated with ghosts. Radiohead’s song “There, there” (2003), evokes the hypnotic cadence to which the Brazilian performer Gina Montes used to dance every Thursday night along with the opening theme of a late 1970’s Mexican comedy TV show.

The chorus of “There, there” insistently repeats the slogan that Immanuel Kant was trying to refute in his second edition of the Critique of Pure Reason: “just ‘cause you feel it, doesn’t mean it’s there”. Kant’s first edition of the Critique (1781) was received as the work of an idealist. The section named “The refutation of idealism”, in the second edition of this book (1787), tries to neglect that interpretation.

Gina Montes’ infinite looped dance steps transform her precisely into the specter that inhabits Radiohead’s chorus. Gina is now the ghost of idealism and if Kant is able to move away from this skepticism towards our sensibility, he needs to overcome Gina’s spell.





“Ahí Gina, ahí” (“There Gina, There”) 5:25, by Jeru KHR

Etiquetas: ,

viernes, marzo 23, 2007

Correspondencia Real Visceralista

Amigo Belano:
Los acontecimientos que han desencadenado mis acciones el día de hoy me han llevado a entender mejor el real visceralismo. La poesía en sus orígenes creaba un mundo al inventar las palabras para nombrarlo. El realismo visceral, ante el exceso de palabras, se aprovecha del carácter irreversible del presente para inventar un mundo mediante las acciones. Cuando la poesía creaba palabras nunca pretendió decir la verdad, siempre corrió el riesgo del error. En este sentido, creo que la esencia de la poesía está en la consigna de Sn. Agustín si fallor sum (si me equivoco, existo). Por el hecho de afrontar el riesgo del error existe la palabra y por afrontar los riesgos de una vida en el error existe el real visceralismo. Por azares que no es necesario aclarar, hoy tuve la ocasión de sentarme a beber mis últimos dieciocho pesos con una chica (no pude aportar nada para la propina). Después de una hora me despedí pues tenía que ir a una clase. En mi cartera había únicamente un boleto de metro para llegar a mi destino. Para mi sorpresa, cuando arribe al lugar del curso, poco a poco comprobé que había asistido en la fecha equivocada. Me había despedido de la chica por un curso inexistente y ahora no tenía un boleto de metro para llegar a mi casa. Deambulé una hora y media, en busca de alguien que no tuviera el humor suficiente para humillarme cuando le pidiera dos pesos prestados o un simple boleto de metro. No fui capaz de saltar los torniquetes, ni de dialogar con el policía que los vigilaba para conseguir el favor. Fue una errancia que a cada paso me hacia sentir más idiota, pero a cambio logré escribir un poema.

Saludos, P. G. M.

Etiquetas: